Si te despiertas muy temprano, a eso de las 4am el entorno suenta tranquilo, los ronquidos de los perritos, la respiración de nosotros, algún camión, trailer o posible taxi que pasan por la calle, algún avión...
Pero eso dura poco, vivir en una ciudad siempre es muy escandaloso. Tanto, que cuando sales al campo se te hace extraño no escuchar aviones, helicópteros, cláxons, murmullo de la gente, licuadoras, aspiradoras, radios a todo volumen.
Al lado del departamento ha habido talleres mecánicos casi siempre, realmente es molesto, el sonido de sus aspiradoras, de sus herramientas eléctricas, pulidoras, pistolas de pintura, hasta las grúas que entran y salen continuamente y el radio que ponen los mecánicos.
También están los vecinos acomplejados que lavan ropa todo el día, y la lavadora suena y suena queriendo escapar de su horrible trabajo.
Los niños llorando y haciendo berrinche, los vecinos peleando, las vecinas echando chisme, y los sonidos de la calle, se escuchan siempre.
Y entonces te das cuenta que todo el día tu sentido del oído está saturado, no tiene descanso, se llena y definitivamente llega un momento en que aísla por costumbre todos los sonidos molestos, ya no te percatas de que existan, a menos que requieras un momento de concentración, de paz, de escuchar palabras de alguien más, de escuchar una rola que te gusta, de escuchar tu propia respiración.
Es parte de la adaptación a una ciudad, adaptarte al sonido, hacerte de oídos sordos y aprender a comunicarte a gritos; gritar en las calles, gritar en el metro, gritar al teléfono, generando más y más contaminación auditiva.
Hace poco hicieron una medición de los niveles de sonido en la Ciudad de México, lo hizo la Fonoteca Nacional, y los datos arrojaron resultados esperados, nos excedemos del límite superior recomendable que es de 55 decibeles (dB). Las mediciones se realizaron en el Centro Histórico, Chapultepec, Aeropuerto, Coyoacán, estación del Metro Insurgentes. En Reforma y Chivatito por ejemplo, se reportaron entre 77 y 88 dB a las 12 del día.
El mismo estudio destaca que el oído necesita algo más de 16 horas de reposo para compensar dos horas de exposición a 100dB (antro ruidoso). Los sonidos de más de 120dB (concierto de rock o volumen muy alto en auriculares) pueden dañar el oído interno provocando pérdidas de audición. También se encontró que algunas zonas de la ciudad por su afluencia llegan a alcanzar 100dB.
Las consecuencias son varias:
-Físicas: Presión arterial, modificación del ritmo respiratorio, tensión muscular, dolor de cabeza, silbido en los oídos.
-Psicológicas: Estrés, irritabilidad, trastornos del sueño, mala memoria, falta de atención.
pero pareciera como si no nos importaran, como dije, parece que es una cuestión de adaptación y de oídos sordos.
Se supone que después de este estudio se implementó una ley donde se multarán a los que excedan de 62 decibeles, pero la verdad esto no ocurre. Tenemos el ejemplo de los vendedores de música en los vagones de metro, definitivamente sobrepasan este nivel límite y cuando les dices que le bajen todos te tiran de a loco. Así mismo sucede en los paraderos de micros, en las calles congestionadas, en tantos lugares de la ciudad, yo me pregunto ¿vivir en una ciudad significa tener que soportar esto, como decía, adaptarse a la contaminación de todo tipo?
Por eso cuando salgo de la ciudad disfruto esos silencios que hay en el campo, esos sonidos del aire, las hojas de los árboles, los insectos, los pájaros... acá, difícilmente podemos apreciar todo eso, triste pero verdadero, así las cosas en las metrópolis.
Por aquí dejo una tabla, me resulta muy gracioso que en el estudio se hable tan mal de los conciertos de rock, como si los conciertos de banda, reggaeton, los palenques o cualquier otro concierto masivo no generaran tantos decibeles. También las pisadas de mis vecinos, con tacones son más escandalosas de los 10 dB jiji!
*Nota sobre contaminación sonora: http://www.conaculta.gob.mx/detalle-nota/?id=22821#.U_eFGvl5OWg
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