"La muerte rozó las cuerdas del violonchelo, pasó suavemente las puntas de los dedos por las teclas del piano, pero sólo ella distinguiría el sonido de los instrumentos, una larga y grave queja primero, un breve gorgoteo de pájaros después, ambos inaudibles para los oídos humanos, aunque claros y precisos para quien desde hace tanto tiempo aprendió a interpretar el sentido de los suspiros"
Saramago. Las intermitencias de la muerte.
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