Continuando el post anterior...
Llegué a Taxqueña, no tenía boletos, así que me formé en una larga fila para comprar 4... mejor que sobren a que falten.
Me subí al segundo vagón del metro, entramos pocas personas ahí, éramos tres... un señor como de 40 años hablando por su celular, una señora medio gordita que traía una bolsa del mandado atascada de cebollas y yo.
Ya iban a cerrar las puertas cuando entró una chica, como de unos 23 años, traía el cabello alborotado en su cara, sus pantalones estaban mojados de abajo, iba descalza, en sus manos cargaba unos zapatos como de charol. Se sentó enfrente de mi con la mirada clavada en el piso del metro.
El metro comenzó a andar, en cuanto salimos de la estación levantó la cara y vi lo que me imaginaba, estaba llorando, a mares, con el rimel corrido por sus mejillas...
Se me quedó viendo fijamente, yo traté de darle una sonrisa cosa que no me sale tan fácil, creo que mi cara era más de preocupación y de un "te entiendo, llora"....
Su boca empezó a abrirse, como para intentar decir algo, se volvió a cerrar...
ana: ¿estás bien?
chica: no... mmmm... estoy demasiado triste y necesito hablar con alguien
a: me bajo hasta hidalgo, hay tiempo
ch: pero no te conozco, aunque pareces de confianza y parece que también estás triste
a: tu cuenta, sé que hay momentos en donde necesitas sacar todo
ch: ufff, pues es que me acaban de pasar muchas cosas, es de esos días donde no debiste levantarte... ya sabes ¿no?
a: sí, te entiendo
ch: pues primero problemas en la escuela, y luego me entero por teléfono que mi abuela se puso muy mal, me salí de clases, le dije a mi novio que me llevara al hospital y me dijo que ya no quería seguir viéndome, que las cosas se habían terminado, que ya no me quería igual, y que no tenía por qué apoyarme... tomé un taxi al hospital y dejé la cartera en el taxi... mi abuelita está mejor, pero pues todo se acumuló y tuve que pedir prestado dinero en la calle para subirme al metro, pero ya pronto llegaré a mi casa a llorar agusto
a: mira, pues las cosas a veces se acumulan así, parece ser que son pruebas con nosotros mismos a ver qué tan fuertes somos, qué tanto podemos bloquear las cosas, cuáles son más importantes que otras... lo importante es tratar de seguir adelante, mantenerse ocupado y no pensar demasiado los problemas... porque muchos no tienen solución, no dependen de nosotros... no cargues con eso, llora, tranquilízate, busca algo que te guste hacer y toma esta flor...
Le conté la historia de la flor, se rió un poco, se levantó y me dio un abrazo, me dijo, "a mi tampoco me gustan las flores, pero no hay que ser exigente, dentro de todo complementa el gesto tan amable de escuchar los problemas de una extraña..."
Dos estaciones después se bajó, sonrió al final...
La señora medio gordita se me quedó viendo y me dijo: ¿eres psicóloga o qué?
Sonreí y le dije que no, que me dedicaba a ver la ciudad con nuevos ojos
me dijo: ¿para qué si se sigue viendo igual la ciudad y tus ojos están muy bonitos? no tienes que cambiar tu mundo
2 comments:
Psicóloga, jejeje... pues deberías serlo, Ana. Creo que cada que nos toca ver a una persona llorando en la calle nos dan ganas de preguntarle qué tiene, y no por morbo, sino por la genuina preocupación que despierta ver a alguien que no pudo más y terminó llorando en la calle, frente a todos, expuesta y sin escondites. Pero creo que tú eres de las veintiúnicas personas que sí se detienen a preguntar y a escuchar.
A mí sí me gustan las flores, pero cuando significan algo. La tuya sin duda fue el mundo para esa chica en ese día de tormenta.
Y tú por qué estás triste?
Aw, me llegó.
Me quedé pensando en la frase de la señora gordita...
Abrazossssss
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